Las bases teóricas de nuestra cultura tecnológica
Fernando Ramón Contreras Medina
Sociedad interconectada, cultura desconectada. Madrid: Biblioteca Nueva, 2008, 229 pp.
Pedro Hellín-Ortuño1
1 Doctor en Ciencias de la Información. Profesor, Universidad de Murcia, España. phellin@um.es
Desde hace muchos años, el profesor Contreras viene reflexionando sobre la tecnología en su contexto sociocultural, utilizando para ello las tecnologías y técnicas de la comunicación, la semiótica, y la teoría de la cultura y el arte. De su ingente producción han quedado algunas obras de obligada referencia en esta área, como El Cibermundo. Dialéctica del discurso informático (1998), o Nuevas fronteras de la infografía. Análisis de la imagen por ordenador (2000).
En esta ocasión, el autor ha ido más lejos y ha realizado una profunda reflexión filosófica sobre el papel de la tecnología en nuestra sociedad, partiendo de la idea de que en los sistemas de representación de nuestra sociedad instrumental la identidad cultural es construida por medios digitales bajo el modelo de red de comunicación. De esta manera, la información filosófica, científica o ideológica sirve a los discursos que imponen el sentido apoyándose en la infraestructura de estas redes. El desequilibrio mundial que provoca el desarrollo tecnológico del conocimiento aplasta a las culturas más débiles, porque les resulta muy difícil contrarrestar la fuerza de representación de estas tecnologías. Esta desigual batalla intercultural pone en serio riesgo de desaparición a las culturas con menor acceso a las tecnologías. Como el propio Contreras dice al inicio del libro: “Estas interpretaciones nacen y se detienen en el estudio de las dudas abiertas y apenas resueltas que la disciplina sobre cultura y comunicación plantea en el fenómeno actual de choque entre culturas y mentalidades” (p. 9).
Unidos a la expansión económica, como industria mediática, los medios de comunicación han evolucionado en la dirección de convertirse en intérpretes en exclusiva del entorno humano. Las explicaciones sobre el mundo, en la actualidad, son mediáticas y los nuevos medios cambian de formato para ajustarse a un modelo universal que pueda ser comprendido y aceptado por la mayor parte de la población mundial. Así, los medios de comunicación se han convertido en las nuevas instituciones de sentido, a los que hemos cedido la legitimidad para decidir la dirección de las actividades sociales e individuales, o lo que es lo mismo, “las tecnologías de la información promocionan el progreso social, cultural y económico en las sociedades occidentales. Los medios de comunicación, los órganos públicos y las corporaciones privadas sostienen que sólo es posible el progreso con un modelo económico basado en este orden tecnificado” (p. 39).
El libro está estructurado en una introducción del propio autor, doce capítulos y una extensa bibliografía, que incluye no sólo a los autores contemporáneos que piensan la tecnología desde una perspectiva cultural, sino también a los clásicos de la filosofía, con los que va construyendo un raciocinio que comienza con la idea de que el pragmatismo domina las actuaciones de las sociedades occidentales, las sociedades interconectadas, para pasar a describir el paradigma disyuntivo en las sociedades desconectadas, las menos avanzadas tecnológicamente.
Desde ese punto comienza a relacionar ambas ideas, en lo que llama la desventura de la cultura científica desconectada. “La ciencia es función de su tiempo, tanto de sus ideales como en sus logros” (p. 59). Y entra en la relación entre medios, ciencia y cultura describiendo la epistemología, el multiculturalismo y la sociedad tecnificada, lo que lo lleva a la descripción del pragmatismo político en la cultura desconectada y la construcción pragmática de la identidad cultural.
“Existen fenómenos sociocomunicativos que pretenden establecer soluciones y salidas a la desigualdad social, a la injusticia y a la miseria cultural desde el comunitarismo social que aparentemente permite las redes mediáticas” (p. 101). Con esta rotundidad, Fernando Contreras comienza a hablar del destino común de la interconexión, común, según él, a toda la humanidad. Pasa a describir cuál es la edificación epistémica de las culturas periféricas y el modelo neopragmático de biopoder en la cultura digital, que “está ejerciendo de extensión del poder cultural en la era de la globalización” (p. 153).
Este es el momento para desarrollar algunos de los temas clásicos de los estudios culturales: género e inmigración, pero con una visión aplicada a las desigualdades sociales circulando por las conexiones; y la confrontación entre la tradición occidental materialista y la cultura religiosa, lo que permite acabar la lectura con una revisión crítica sobre los estudios de la cultura, los medios de comunicación y la innovación.
De esta forma, el profesor Contreras, partiendo de un campo reducido como es el del estudio de las tecnologías de la comunicación, ha sabido construir un libro que se cuestiona su propia base teórica. Los estudios culturales están contextualizados como un producto de la posmodernidad y, a la vez, están comparados con otras formas de ver el mundo y entender la ciencia y la cultura, desde un conocimiento amplio y denso.
En esta ocasión no hay ganadores ni vencidos, sólo el afán de comprender nuestro mundo, un mundo envuelto en un proceso de cambio de tal magnitud que nos provoca una tremenda incertidumbre.